El discurso de Blanc sobre el Gélido hombre sin futuro Por Luis Pedro Dacord
I
Un encargo
Buenas tardes, qué tal, es un gusto para mí estar aquí hoy, en estas Baterías D de la Universidad Nacional de Córdoba. Mi nombre es Luis Dacord, tengo 70 años, soy editor. Un editor es una persona que publica cosas que hacen las otras personas, por lo general obras y en mi caso personal, libros. Libros que escriben autores.
Lo que yo hago no es tarea fácil, nunca lo fue, tampoco sé si es lindo o feo, ni siquiera me lo pregunto, pero no me quejo. La editorial que he creado, que nació chota hace una pila de años, hoy trabaja con escritores de todo tipo: reconocidos, consagrados y también nuevos autores o talentos. En este caso, y para que ustedes se ubiquen rápidamente, yo estoy acá por pedido de Blanc, de Mario Federico Blanc. Lo que no sé es si estoy también por voluntad propia.
Bueno, ahí está el tema. Ustedes a mí no me conocen, yo a ustedes no los conozco así que qué más da. El que es conocido, al menos por ustedes, es Blanc, porque ha pertenecido, durante cierto tiempo, al “campo psi”. Hoy tal vez ya no. En lo que a mi respecta, solamente decir que yo me he dedicado buena parte de mi vida, por motivos que aún no logró develar claramente, a publicar sus obras y por eso lo conozco. Y lo conozco solo un poco. Quiero decir, lo conozco en tanto que soy “editor”, o sea, como el tipo que fabrica y vende —o intenta vender lo que Blanc escribe, cosa que es bastante difícil, por eso digo que no sé sí lo conozco tanto. Tal vez no mucho más que ustedes.
Él ha lidiado mucho contra lo autorreferencial en su escritura, lo cual, a nosotros, aquí, nos juega en contra, porque casi no podemos rastrear su persona dentro de sus textos. Casi toda literatura termina en la persona del autor detrás del personaje o de la obra, pero aquí eso es más difuso. Se dicen muchas cosas de él, que no vive en el país, que está en una ciudad nórdica europea, mil cosas. Dicen que está muy deprimido, en ese lugar en donde está, y que hace muchos años que está así, etc.
Yo me comunico con él a través de cartas, quiero decir, cartas manuscritas, que me pide que le responda de la misma manera, por correo postal, desde hace ya más de 40 años. Eso, en términos de comunicación, creo que es bastante, por un lado, pero también lento, por el otro, de hecho, es lo más lento que he visto en el mundo. Y es bastante molesto para mí, como editor, trabajar de esta forma, pero bueno, a él le gusta así.
Entonces, -a ver si me ordeno. ¿Por qué estoy aquí? Para decir algo sobre Blanc? ¿Por qué? Porque Blanc me lo ha pedido.
Y bueno porque tengo acá en mi poder un raro manuscrito que va dirigido a ustedes, los del “campo psi”, específicamente los del “campo psi jurídico” y que me ha enviado Blanc por correo postal, por su puesto. Yo voy a tratar de ser su interlocutor, voy a tratar de transmitirles lo que Blanc quiere decirnos con este manuscrito. Recibí también, por otro lado, de parte de él y como algo adicional al cual estoy haciendo referencia, por carta manuscrita, un pedido muy especial, por cierto.
Les leo un pequeño extracto de esta carta que acompaña el otro manuscrito, que en realidad es un cuaderno lleno de notas, y que de alguna manera hace como de introducción. Les anticipo que Blanc me pidió que no les hablara de esta carta, pero bueno, una vez más desobedeceré, porque creo que es el único motivo por el cual Blanc me aprecia, si es que me aprecia, mi inclinación a la desobediencia. Bueno, les leo.
“Luis, loco, como estas… Te pido una cosa, ¡hacé algo con esto, por favor! Es un texto de mierda. con unas notas del orto, medio inentendibles, que tomó algún trastornado en un curso que dí una vez en la facultad, ya ni me acuerdo cuando. Me invitaron (lo cual fue un error) a qué presentara algo por mis 20 años de de trabajo en las cárceles. Y, otro error, yo fui. No debí haber ido. Ahora me invitan por los 20 años de retirado de las cárceles. Obviamente. si es que soy un ente que algo aprende de la experiencia, no voy a ir. No cometeré el mismo error. Pero sí quiero que ellos sepan algunas cosas. Espero que puedas interpretarme. Necesito que vayas, y hables vos a partir de ese manuscrito, de ese cuaderno lleno de notas pedorras. Yo me siento... no te lo podría explicar, pero estoy particularmente alejado de toda esa panoplia. ...la cárcel, etc (¿sabes? 20 años no es mucho) 40 si. 40 sí es mucho. No insistas, te anticipo, ni en pedo voy a ir yo. Yo no voy a nada, no tengo ganas de nada y menos de ir ahí. Hace años que no festejo ni mi cumpleaños… Bueno, ahí está el tema, vos me sabrás (creo)”.
“Pd.: No hables de esta carta, por favor. No corresponde y no tienen por qué saber de bueno, el cariño que siento por vos. Un abrazo, cordialmente, MFB”.
Y bueno, acá estoy. Haciendo algo de lo que él me pidió y algo de lo que yo quiero.
Obviamente, no lo hago por guita. Yo nunca gané dinero con los libros de Blanc. y Blanc tampoco nunca ganó dinero con sus propios libros, aunque haya escrito algunas páginas rescatables. Solo algunas páginas. Yo edito los libros de Blanc no por lo que escribe. Es porque lo quiero, punto, lo que no quiere decir que me lleve bien. Pero si, lo aprecio.
Bueno, eso al margen.
De modo que lo importante aquí no es lo que yo pueda decir de él, sino lo que él pueda decir a través mío, a través de las notas de ese trastornado. Es una suerte de encargo, insisto, muy peculiar, muy especial para mí y que tiene el sello de su estilo. Blanc pasó más de 20 años trabajando en las cárceles es por eso que a ustedes tal vez los pueda implicar, no sé si inspirar. ,
¿Voy bien hasta ahí? Bien.
Algunas precisiones, antes que me hagan preguntas ustedes.
¿Por qué Blanc elige comunicarse con ustedes a través mío, o sea a través de su triste e infame editor de libros, alguien con quien —de paso- nunca tuvo la mejor relación, a quien no se ha cansado de maltratar, insultar, destratar, degradar? Bueno, es difícil responder a eso. Son cosas que no tienen explicación, muchos años de trabajo y son contadas las veces en las que en nuestra relación hubo una mínima armonía. Y en todo caso eso no duró más de… una hora, o tal vez minutos, para retornar a una rispidez eterna y constante. Y es difícil responder a eso, más allá de que algunas personas somos propensas a ubicarnos en lugares donde van a ser maltratados, ¿Cómo definir a Blanc? ¿Un psicoanalista? Mmm, si, pero no. No tiene ese warm. No lo diría así. Sería raro que se asumiera como tal, sin agregar un adjetivo. Por ejemplo, él decía en aquellos años que era “un psicoanalista que no había ido a.la escuela”, O sea, que era analfabeto... o sea, “un cachivache” —remataba. O “cachimbo”, “Soy un psicoanalista cachimbo”. Siempre se nombraba a sí mismo como cachivache. Pero yo me imaginaba un cacharro, es decir, una especie de vasija que usaba no sé qué civilización, no sé por qué me imaginaba eso, como si fuera un utensilio inservible, eso me daba a entender a mi cuando él se expresaba de esa forma. “Si soy un cachimbo, qué querés que te diga, Luis”, me solía decir. me suele decir. A veces se nombra también como “un psicoanalista en situación de calle”. No tanto para hablar del dinero sino para hablar de la Universidad. Él sostenía que lo que se oponía a la universidad era la calle. De hecho, me lo decía a mí, para que yo me moviera para vender sus libros, en la calle. Y así. A mi modo de ver, todas esas son cosas graciosas que se dicen hoy por pasillos, pero en su momento fueron trascendentes y dolorosas, nada de lo que él decía me pasaba de largo, pero por esa época —al igual que ahora. Tal vez mucha gente le dio la espalda, por su manera de ser, tan… por su forma de expresarse, a veces en apariencia injuriosa.
En cuanto a la cárcel, bueno, me parece que es un tipo que llevó adelante una experiencia muy ruidosa para su cabeza en un principio, ruidosa para él mismo, enloquecedora durante cierto lapso y a la vez muy ruinosa también pues el paso del tiempo existe y erosiona cualquier cosa, hasta las mentes más brillantes. Y sobre todo, al final de su paso por la cárcel, creo que pasó eso. Digo eso en cuanto a su trabajo “psi”, porque paralelamente su trabajo literario se hacía cada vez más bueno. Creer o reventar.
Por lo demás, y creo que toda esta mezcolanza que estoy haciendo acá, explica un poco también los motivos por los que yo estoy aquí, creo que lo que él vivió se trata de una experiencia muy valiosa desde el punto de vista literario. Y ahí está el nexo, la unión, si ustedes quieren. Y ahí creo que está el punto más importante. Eso es algo que él supo ver, supo capturar. No desde el comienzo pero si hacia el final de su recorrido carcelario, si me puedo explicar así. Creo que en algún momento de su vida él se dio cuenta que había poesía en la forma de expresarse de algunas personas, había música en ciertas frases, su experiencia valía más entonces como literatura que como cosa-psi. Quiero decir, desde el punto de vista de la tragedia humana, se trata de una experiencia más bien sobrenatural. Definitivamente, esto no tenía que ver con una práctica psi. Y por eso creo que me llamó a mí y no envió simplemente texto para que ustedes lo lean o para que yo se los transmita mejor dicho.
Él decía que de la cárcel no se podía decir nada, ni bueno ni malo, sencillamente porque era otro mundo. Como ven, yo también soy un poco su crítico y su fan, por más que reniegue, nuestra relación fue siempre muy ambivalente. Por momentos tortuosa. Su primera novela fue formidable, aún la recuerdo, casi de memoria, luego de ella, edité todas sus obras, pero terminábamos siempre a los gritos y a las puteadas y luego de eso, recién ahí, era posible editarlas. era el final, de ese modo sabíamos cuando había que publicarlas
En una entrevista que le hice, en su modo de expresarse -tan… llano, tan guaso a veces- me dijo que la experiencia de la cárcel lo había dejado literalmente “hecho percha, por dentro y por fuera”. Era muy común escucharlo putear, sí. Puteaba a lo loco ante cualquiera y más que cualquiera, porque en el fondo era un tipo lleno de bronca, lleno de ira, con un gran corazón, pero tremendamente loco, en un momento histórico en que la ira y la locura se transformaron en “violencia”. Por ejemplo él sostenía que el bar se había inventado para putear tranquilo, para levantar la voz, para planificar una pelea o un asesinato. Y entonces a veces se tenía que ir, no quedaba otra opción. Recluirse con sus libros a un lugar más o menos seguro. Pero bueno, yo no sé si eso importa ahora. Como les decía, estaba “...hecho percha”, muy cansado y tal vez esa era su manera de decir que pese al paso de los años no había sanado (eso lo digo yo, a él no le gusta la palabra sanar. Ni la palabra ni sanar en sí mismo), que su carácter no se había templado, en fin.
Bueno, ahora les voy a decir qué me encargó, específicamente. Porque no solo me encargó que transmitiera algo de él, me dijo “qué” tenía que transmitir sobre él. Es lo específico del encargo, insisto. Lo diré sin rodeos: se trata de un discurso. El manuscrito es un discurso. Es una conferencia transcrita en un cuaderno. Un discurso que Blanc llegó a dar, una conferencia, una de las últimas cosas que dijo ante un público masivo antes de entregarse por entero al aislamiento. Alguien tomó notas, agregó unos párrafos, y tiene una estructura más o menos entendible. Digo una de las últimas veces que habló en público, sino la última. Luego siguió escribiendo, vinieron nuevas obras, pero no volvió a hablar en público y tampoco se refirió al público psi de nuevo en su vida.
¿Por qué me pide que transmita esto yo ahora?
Es una rara pregunta.
Si me lo preguntan a mí, yo creo que lo que le pasaba a él en aquel momento le puede pasar a alguno hoy. Es medio simplista, pero eso pienso. El texto de la conferencia trasciende el tema de la cárcel y avanza sobre una ofensiva contra la ontología sustancialista. Se trata de un texto humanista, que supone que la cosa existe porque uno la puede pensar, y no al revés. La conferencia se llamó “El Gélido hombre sin futuro”. Les cuento entonces un poco más sobre eso. Presten atención.
Sucedió en el Baterías D de la Ciudad Universitaria, uno de los auditorios más nuevos y bonitos que tiene la Universidad.
Ah, me olvidaba. El “trastornado” o el “trastornadito” que tomó las notas de esa conferencia y que luego le dio a Blanc ese manuscrito, fui yo, Luis Eugenio Dacord, el mismo que años después se transformó en su editor y que hoy aquí les habla. Por eso puedo contar algunos de los pormenores de la conferencia, porque yo estuve ahí, físicamente. No diré nada más al respecto, o tendré que llorar.
II
La presentación
Blanc llegó en un Citroén 3cv, de color gris perla, opaco, bastante bien cuidado. Debe haber tenido 20 años de uso. Yo lo vi bajar del auto desde una ventana de vidrio fijo, desde lo alto, porque estaba sentado en las gradas de las baterías D, esperándolo como todo el mundo. Lo dejó mal estacionado como a propósito, todavía en la ciudad universitaria se podía hacer eso, hoy ya no, llegó el órden y el capitalismo porque por todos lados hay gente que cobra por dejar el auto en cualquier parte. Antes eran Yuyos, lo dejabas literalmente en los yuyos al auto y eso tenía su sabor, su frescura, su folklore y por supuesto, su significado. Le metió un portazo como si supiera que todo esto que estoy diciendo se fuera a venir en cualquier momento, con la misma mano en la que tenía la llave y el bolso que colgaba de su hombro se estampó contra el vidrio de la puerta.
El auditorio estaba lleno, no cabía un alfiler. Pero Blanc era un fenómeno pasajero, como cuando un boliche se pone de moda. Con los profesores pasaba lo mismo, después los tiraban a la basura como viejos decrépitos.
Al entrar, lo hizo como a lo grande: derecho, firme, rectilíneo, esbelto, como un rayo caminando veloz por el pasillo central hasta llegar a la parte del escenario. Vestía un sobretodo negro de cuero que le llegaba hasta los tobillos, borceguíes y polera negra de algodón. Tiraba humo como una caldera.
Se sentó por unos segundos detrás del escritorio que estaba dispuesto en el escenario, y dejó ahí un pequeño papel blanco que extrajo del bolsillo lateral de su abrigo, que contendría seguramente los temas a desarrollar.
Acto seguido comenzó inmediatamente a hablar. Acá sigo un poco lo del manuscrito. Voy a ir intercalando con mis impresiones y comentarios, ya que soy el trastornado que tomaba las notas.
“Me presento —dijo Blanc en voz fuerte y clara- para los que no me conocen, yo soy el Gélido hombre sin futuro, también me dicen Gélido, Geli, El Geli, o también Hombre sin futuro, etc. Todos sabían que era Blanc y había miradas de complicidad en el público, sonrisas, gestos de grandilocuencia dirigidos a él. Ese es mi nombre. Todos esos son mi nombre. Qué tal… cómo les va a todos, lo que acabo de decir no es mi sobrenombre, ni mi seudónimo, es mi nombre en tanto el nombre es o debería ser lo que nombra a alguien. Algunos se llaman de un nombre que no son... no sé, por ejemplo... Salvador, y no han salvado ni una hormiga. Para que lo vayan sabiendo: esto no se trata de una trampa del lenguaje, más bien todo lo contrario: soy el Gélido hombre sin futuro. Les pido disculpas, estuve un poco retrasado, pero bueno, acá estoy para hablar frente a ustedes. No muerdo, no hago daño”.
“Gélido” —le llamaré así yo también- ya se había parado y al decir esto último quedó ahí frente al público. Luego comenzó a caminar delante del escritorio, lentamente.
Leo el manuscrito “...ahora, bien —hizo una pausa- …en primer lugar ¿qué quiere decir “soy el Gélido hombre sin futuro”? —metió otra pausa- …lo diré sin rodeos: soy un hombre que está acabado, un muerto viviente, un zombi, un cadáver insepulto, un tipo que anda por la inercia de los años pasados, por lo que fue, que fue más bien poco, por lo que vivió, por lo que pasó, por lo que hizo, etc. Es decir, soy un hombre que prácticamente ya no está, salvo para el aquí y ahora, en este caso, para ustedes, en este momento que es el presente o para el pasado. Soy... una burbuja de detergente, o menos… paff. Soy, sin futuro. Pura fisura, puro hueco”.
Quiero decir que, en ese momento, aún lo recuerdo, me sentí conmovido. Todos comenzamos a escribir, a tomar nota a toda velocidad. “¿Está? —dijo Gélido abriendo grandes sus ojos verdes. Sí, claro que está, estoy seguro que lo tienen” -se respondió a sí mismo. Pero ¿de qué? ¿A qué se estaba refiriendo? “¡Acabado! —vociferó ayudándose ahora con el movimiento de sus manos… soy un ente rayado viviendo en un eterno presente, congelado, como quien diría, en el presente. Un presente petrificado. Soy un hombre, pero fósil, un hueso, un hueso fosilizado, una estatua, pero no de sal, sino de hielo: un hombre congelado, creo que es claro decirlo así. Algunos me conocen, pueden llamarme así si lo prefieren, el gélido hombre sin futuro. Mucho gusto. Algunos se rieron, pero yo me daba cuenta que estaba diciendo algo serio. Al principio me pareció risible, pero tal vez muchos no entendieron.
Continuó.
“En segundo lugar —enumeró- desde ahí yo hablo. ¿Se entiende?”.
Otra pausa eterna.
Fue un silencio estremecedor, sobre todo porque la cosa comenzaba a ponerse seria y la mayoría no entendía nada. Tal vez como ahora pasa con ustedes que están leyendo esto. Lo qué sí es cierto es que eso sonó consistente, pero precisaba de una explicación, pero el tipo lo dejó ahí.
Leo el manuscrito, digo, como para que ustedes no se pierdan: “...porque yo hablo como el Gélido hombre sin futuro, no hablo como Juan o como María. “Desde ahi” les hablo yo a ustedes que son los que me han venido a escuchar, por así decir, sin saber yo quiénes o cuántos son, señoras y señores oyentes”.
Y luego prosiguió en el mismo tono algo robusto y enroscado ...como barroco, durante buen rato. Observen esto que dice después: “antes, yo pensaba qué lo doloroso podía ser encarnar un hombre terminado, acabado... congelado, como yo. Ser un hombre como yo. Quiero decir, a eso apunta el término, por si no se han dado cuenta, “gélido”, es “congelado” es el que no avanza, no puede avanzar, hasta que no se lo descongele, hasta que no lo descongele alguien o hasta que por interés del destino, pues se descongele por sí mismo. Pensaba que era degradante ¡qué horrible palabra! Pero qué estupidez a la vez, porque en realidad el tiempo -y los golpes- me enseñaron que un tipo congelado... pues otorga ciertas ventajas”.
Luego dijo: “...tal vez no lo entiendan ahora, pero por los años de congelamiento me he vuelto un tipo frío”, eso fue claramente un chiste y yo, que que venía algo aterrado por lo que acababa de decir antes, lo enganché medio retrasado y casi involuntariamente. En ese momento creo que él me miró y fue como si yo. seguramente por la cara que puse, le hubiera dado pie para continuar el chiste. No sé si fue así, pero creo que sí. “¡Un témpano!, -gritó. O peor aún... ¡Un iceberg! ¡Soy el puto Gélido hombre sin futuro... ¿me entienden? —creí que se iba a parar arriba del escritorio peró solo levanto sus brazos- ¡Soy el puto gélido hombre sin futuro parado arriba de un iceberg de la Antártida Argentina! —y largó una carcajada estruendosa. Yo no estoy en el tema, porque no soy del campo psi ni mucho menos especialista en psicopatología, pero en mi barrio hubiéramos dicho que este tipo estaba loco para la bosta. Chapa, mal. Era una carcajada psicótica, ni más ni menos que eso.Y hoy, que yo lo veo de vez en cuando, sigo pensando eso. y además se lo digo a Blanc y el me dice que “puede ser”.
¿Cómo me va a decir “puede ser”? El tipo gritaba, era un desparpajo ardiente, montaba una escena dantesca. Yo lo miraba y lo miraba, estaba capturado por la imagen. podía ser el Guasón, ¡Se parecía incluso! Y encima yo no entendía muy bien a donde iba con toda esta cuestión del frío, el congelamiento, la frialdad y toda esa perogrullada. Luego dijo, lo tengo aquí anotado: “...entiendo que esto pueda ser risible, sobre todo para aquellos que no entienden ni una sota de lo que estoy diciendo pero les puedo asegurar, les puedo jurar por mi santa madre que —ahí levantó su dedo índice y volvió a abrir sus grandes ojos- …la soledad en la que yo vivo, es desmoralizante —y finalmente agregó: solo quería decir estas cosas antes de iniciar lo que tengo para decir ante ustedes, en fin, para nombrar que... “Esto” es más o menos lo que soy yo”. ¡Caramba, ni siquiera había empezado!
III
¡No se entiende una mierda!
Yo soy una persona paciente, he prestado oídos a Blanc durante muchas noches, pero debo decir que muchas veces, no le entendí una sola palabra. Pero también debo decir que muchas de esas noches en las que desestimé su palabra, arrepintiéndome de haber gastado mi Jhonny Walker, me dijo cosas brillantes que comprendí mucho tiempo después, por qué no, 20 años después. En relación a esta conferencia, quiero decir que a partir de aquí en adelante hay todo un rollo en el discurso de Blanc que literalmente no se entiende una mierda. No se trata de que algunos de ustedes puedan ser más o menos inteligentes, que capten mejor o peor lo que quiere decir Blanc. Son boludeces, directamente. Creo que lo hacía a propósito el hijo de puta, quien sabe para qué, tal vez para llenar espacios, porque la verdad es que no lleva mucho tiempo decir lo que hay que decir. Nada, eso les quería anticipar.
No obstante, me puedo equivocar y si él estuviera acá seguramente me diría que es todo lo contrario, que no solo me estoy equivocando sino que además soy un pelotudo. Como sea, yo mismo no entendí una mierda en aquel momento y tampoco entiendo mucho ahora así que cumpliré con el compromiso de transmitirlo y ya, solo para que él no me llame y me trate de pelotudo cuando me vuelva a escribir o yo lo vuelva a ver, quien sabe cuando será o en qué lugar.
Como les decía, es un discurso cada vez más oscuro, enredado, que utiliza una especie de alegoría que hace suponer que el otro entiende o que está dentro del campo del entendimiento del otro cuando en realidad no es así.
En la conferencia el discurso que Blanc iba desplegando contenidos cada vez más crípticos. Capaz está loco de remate y lo estaba desde aquella carcajada que lo delató con tanta flagrancia, en cuyo caso yo sería un pelotudo ya no por no entenderlo sino por editar los libros de un tarado delirante. De todos modos no sería ni el primero ni el último y muchos de ellos, de hecho, fueron éxitos editoriales. O sea, la locura se extendería un tanto hacía mí también, yo siempre fui consciente de que eso podía pasar. Es decir, si él está loco, en un punto y a esta altura, luego de 40 años trabajando juntos, yo también lo estoy un poco, ya sea por decantación de las cosas o porque elijo estar cerca de él. Como sea, no me importa esa respuesta.
También cabía la posibilidad de que fueran cosas importantes dichas “en clave”, por así decir, porque no podían ser dichas de otro modo, cosas dichas en un código particular o bien simplemente era una sartenada impresionante de boludeces una atrás de la otra. Él estudió a Xul Solar, estuvo años con esa mierda que nunca me quiso contar. Lo real, lo verdadero, lo que yo veo es que ese día nadie entendió nada, ni una sola palabra de lo que Blanc quería significar. Como ahora tampoco nadie entenderá nada. En fin, eso es lo que yo creo.
¿Me quieren explicar entonces para qué estoy aquí hoy? No hace falta que me respondan ustedes. Me respondo yo mismo: ¿Por qué? Porque aprecio mucho a este loco de quien tanto aprendí y aprendo. ¿Parece poco? No lo parece para mi. Lo aprecio, y esa es la verdad.
Bueno, ahora escuchen esto.
Para empezar, mientras la conferencia comenzaba a desarrollarse, todos creían que el que hablaba era Blanc hablando como si fuera un tal “Gélido”, es decir, jugaba a hacer una personificación, una representación que poco a poco Blanc comenzó a llevar al extremo, porque el chiste -si es que era un chiste- no acababa nunca y poco a poco ya no era Blanc el que hablaba como ese tal Gélido, sino que era Gélido hablando como Gélido. ¿Se entiende? O sea, “Gélido”, el personaje, fue cobrando vida, por así decir, a medida que avanzaba su discurso de Blanc. De hecho, llegado este punto viscoso de su discurso, se refería a sí mismo como Gélido, directamente. Yo no sé si fue una operación discursiva, escenográfica o un ardid pero lo que ocurrió fue una especie de despersonalización y posterior reencarnación en vivo de un ente en otro ente: Blanc era Gélido, literal. Se convirtió, así de simple. No obstante, como yo desconfío de todo, creo que Blanc había decidido hacer eso intencionalmente, con un objetivo, claramente, pero no sé cuál.
¿Cuál? No tengo la menor idea.
Eso fue lo que ocurrió aquel día: nos llevó a todos a que escuchemos a ese tal Gélido. llevó adelante una operación. intencionalmente y sin decirle nada a nadie. No sé si me entienden, señores del campo psi. Estimo que no. Bueno, eso, en un gobierno, pasa todo el tiempo. Punto.
Y hoy, 20 años después, ocurre más o menos lo mismo: Blanc, me entrega un manuscrito con una carta, mediante los cuales me pide a mí, su triste editor —porque si fuera su biógrafo, todavía-, que vuelva a presentar su discurso, discurso cuyo único registro son las notas que yo tomé, 20 años después de que él lo presentara tras sus 20 años de trabajo en las cárceles ¡A 20 años de lo que dijo aquel día en el que nadie entendió nada! ¿Y con qué objetivo yo haría ahora una cosa así? ¿Y con qué objetivo lo haría él nuevamente? ¿Solo por un afecto?
Continúo leyendo el manuscrito, dice "Gélido” ahí “...el acto de hablar y, en lo particular, hablar de lo que yo hablo, siendo yo quien soy, puede que signifique algo, pero ¿algo para quién? Y bueno, ´algo para alguien´”. Luego dice: “... hablar desde donde yo hablo es algo que no pueden hacer los que no están congelados como yo. Les pido por favor que piensen en lo que les digo, y que además sostengan la hipótesis de que yo, bueno, no estoy loco”. Acá Blanc presenta tácitamente como una especie de cosmovisión, es decir, hay al menos dos mundos: “el mundo de los congelados” y “el mundo de los no congelados” y con futuro. Sigue el texto: “...así las cosas, tienen futuro los que no están congelados, pero el problema es que ellos están “metidos hasta el cogote en el barro”. (...) “...es el mundo de los hombres metidos hasta el cogote en un barro que no se puede entender”.
Voy a leer un poco más, para luego retroceder. “¿Y quién es este “hombre”? (se refiere al (cito) “el “hombre metido hasta el cogote en un barro que no puede entender) …y bueno, se trata de un hombre que no puede hablar desde donde yo hablo porque ellos están enterrados hasta el cogote en el barro y yo no, yo ya no. O sea, no pueden hablar prácticamente de nada, solo de lo que está en el piso, o cerca del piso, o al ras de él. Sólo pueden hablar de lo que repta, o peor, de lo que “ven” que repta o les cuentan que repta, que se arrastra, A veces a ellos les parece hasta divertido, el cuento, toda la historia. No se dan cuenta que es una desgracia que es para ellos, no para mí. Ellos esperan algún día salir del barro y poder hablar de cosas, porque piensan en el futuro, viven pensando en el futuro, viven pensando en cuando salgan del barro y el tema es que nunca salen del barro. Y es que no es tan fácil salir del barro cuando se está metido hasta el cogote, ¿no les parece?”.
Recuerdo perfectamente ese momento. Yo diría que fue claramente un momento en el que Blanc, a quien yo estaba viendo en persona, se volvió loco de remate, y eso que yo no soy del campo psi. Literalmente pensé que Blanc deliraba mal. Pero mal, mal y que iba a tener que ayudarlo en otro sentido, intentarlo, no sé. Consideré la posibilidad de retirarme del lugar. Pero no lo hice, algo me detuvo. Y, además, ahora pienso que hice bien, porque también intuía que Blanc podía estar haciendo algo con su discurso, algo así como que: ...no se puede salir de un panóptico, salvo que se utilicen las palabras adecuadas y las herramientas justas. Era una de esas claves, un lenguaje en clave... una clave privada, solo para algunos que iban a entender, según él. Yo no estaba tan seguro de eso. Pero no me fuí. Él siempre decía que la locura era muy contagiosa y yo comenzaba a sentirme en riesgo. Cuando Gélido terminó de decir “cogote” (“o es tan fácil salir del barro cuando se está metido hasta el cogote”), había quedado de espaldas al público y entonces se quedó callado un momento -que pareció una eternidad. Yo en ese momento no pude pensar, lo que pienso ahora. Esa pausa, aún la recuerdo, recién la puedo interpretar ahora y significa, eso... “no se puede salir de un laberinto, vamos a decir acá, salvo que se utilicen las palabras adecuadas”. Y lo del lenguaje en clave también. ¡Por eso había que buscar alguien vinculado a la literatura! lo que él pretendía era presentar una lengua privada, como se utiliza en la guerra.
Luego se dio vuelta bruscamente y dijo: “De mi parte, no esperen un discurso cálido”. O sea, una huevada, porque lo importante ya estaba dicho, y el que lo agarró lo agarró, y el que no, se jodió.
Y el tema es que en realidad nadie agarró una mierda porque nadie entendió una mierda y porque todos pensaban, incluido yo, que Blanc se estaba brotando mal, hablando, en público. Esa es la verdad.
Y ese también es uno de los motivos por los que yo también estoy acá: porque creo que Gélido no estaba loco. una cuestión reivindicatoria sería lo mío.
No lo está, se los aseguro.
Hago un paréntesis para contar que cuando corregíamos los libros, porque era un trabajo que hacíamos juntos. Los párrafos de sus novelas, etc., Él solía decirme: “hay dos clases de tipos: los locos y los pelotudos, por eso siempre hay que preguntar ¿vos sos loco o sos pelotudo? Bueno, pero no te olvides nunca que siempre hay uno que se hace el loco o se hace el pelotudo”. En fin.
Sepan, señores del campo psi, que yo soy editor de libros, algo que no se estudia en la Universidad, aunque quizás debería, así que tengan paciencia y compasión si este análisis tiende a... lo silvestre o salvaje. Sé que esas son dos palabras que ustedes conocen bien, porque las utilizó Freud. No sean prejuiciosos: no todo lo que no coincide con sus teorías es silvestre o salvaje. Lo que yo digo, ustedes lo ven con sus lentes y sus miopías. Y yo con las mías, porque cuando un Paper llega a una University Press, lo agarra un gordo comiendo en McDonalds y dice “este si”, “este no”, asi que no jodamos, todo es una farsa. ciertos científicos ganaron lugar en esos lobbies y entonces publican y ganan en dólares. Pero, ¿quién los lee? Punto. Lo dejo ahí, solo para decir que sí Blanc está loco, pues los University Press no lo están menos y esto sí lo digo como editor porque este sí es mi campo. son lobbistas
Ok. Pensemos.
Lo que decía Blanc hace 20 años ¿Qué significa estar congelado? ¡Por Dios! “Hombre congelado...”. ¿Qué sos Walt Disney? En mi opinión el tipo tenía la cabeza formateada para el lado del existencialismo: Sartre, Heidegger, probablemente llegó a Borges, tal vez tardíamente tardíamente. Pero hombre congelado... era un poco elemental, por decirlo de alguna manera. Tiene que haber algo más. No es un autor lineal.
En ese momento, ¿qué iba a pensar yo del hombre congelado? Hace mucho frío. No sé. Vayamos más allá de eso. Cuando Gélido se refería a esto se trataría tal vez de una persona fría, o sea, tal vez filosofaba sobre la frialdad, la insensibilidad, un ser incapaz de sentir el dolor que siente el otro. Congelado era a la vez tieso, ¿qué clase de locura es la que está diciendo? Quieto, no avanza ni retrocede. Se queda en el mismo lugar. Congelada también está una foto, ¡como una foto!, exacto: una foto es una imagen congelada, como cuando uno pausa una película en un aparato de televisión. La foto ha quedado ahí, está congelada, la imagen congelada se sabe decir en el lenguaje televisivo. Entonces se trataría de un hombre que ha quedado fijado, detenido, por así decir, como en una foto, que vive, por así decir también, en esa imagen, o sea quieto, sin poder avanzar ni retroceder. Y tal vez viva de esa forma no por voluntad propia: lo congelaron... En la foto siempre tenemos la misma edad, lucimos igual, el cielo siempre es el mismo, si no se ve que esté lloviendo, nunca lloverá en esa foto. La conferencia siguió buen trecho mientras yo permanecía colgado, pensando esto que digo.
Lo digo de una. es el eterno presente, que es una forma de decir, el eterno retorno nietzscheano. Eso es “congelado” a mi criterio. “Ser el Gélido hombre sin futuro, dice Blanc, acá no es una desgracia, más bien todo lo contrario. “Serlo, nunca me impidió nada, ni hacer ni decir nada, yo hice todo lo que siempre quise hacer”. En la conferencia, había gente que decía: “...pero, ¿quién se cree que es este pelotudo?”. ¿Jack Frost?” lo recuerdo como si fuera ayer. Y yo pensaba ¿conocerán la historia de Jack Frost? Gélido vio algunas señas, comentarios de algunos imberbes.
Miren lo que dice después: “...un recuerdo tiende a distorsionar la realidad, a tal punto de no saber hasta dónde se trata de un recuerdo y hasta donde de un delirio. Eso pasa porque la realidad es lo más disparatado que hay. El “delitio”, bueno, a veces tiene sentido. ¡Me caigo y me levanto! Lo que pasa conmigo es que lo valiente me ha quitado lo cortés —pausa- igual nada me impide que yo hable. Pero no se confundan, yo estoy profundamente agradecido de un infinito repertorio de experiencias que he tenido. Lo que no les perdono es que me hayan quitado el futuro”.
Les dije que de ahí en adelante su discurso se volvía enroscado y críptico. Pero de todos modos también les digo que lo importante ya estaba dicho, y ahora está boludeando con la palabra porque se siente herido y quiere hacérselo saber a su auditorio, porque sabe que eso genera… como decirlo, una pregnancia con el público.
Blanc no estaba agradecido de una mierda, siempre puteaba contra la condenada policía y el condenado espacio que habitaba, decía que no le debía nada a nadie pero que sí le debían a él. Y si le pregunto hoy, me va a responder que todavía le deben. Lo que ha vivido en esos 20 años de trabajo en la cárcel, ¿Qué es eso? de algún modo, ha rozado el delirio. O mejor dicho el “delitio” ahí hay un neologismo, una suerte de conjunción entre “delirio” y “delito” que no es para nada casual. No es un error. O sea, lo que le deben… ¡es la salud! Y eso no se paga con dinero, el daño ya está hecho.
Hay algo delirante y enfermante en el trabajo con una ley quebrada. La ley está enferma. El reverso de la moneda de la ley es justamente eso: el delitio. Se refiere probablemente a un camino inverso: si lo cortés no quita lo valiente, a Blanc lo valiente le ha quitado lo cortés. Se ha embrutecido, envilecido, etc.
Leo: “¿Por qué será que me siento así? Bueno, en mi caso creo que todo comenzó hace muchos años, con este tema: sentido de la autoridad. ¿puede uno enfermarse de eso? No. O sea, es una pérdida, que no es mía. sino de todos. Algo se dispersó de manera tal hasta que… casi vi desaparecer al ser humano. No creo que nadie entienda eso. Cuerpos, no. “Organismos” porque el cuerpo es un organismo hablado, las personas se volvieron zombies. Hubiera preferido una animalización. El humano es cientos de veces más cruel que el más feroz de los depredadores, la peor de las fieras porque cuerea a cualquiera. Y nunca escuché hablar en serio de su culpa por eso. Yo creo que ese fue el principal motivo por el cual me congelaron y me quitaron el futuro. Tal vez vieron eso en mi”.
Y sigue:
“Bueno, el sentido de la autoridad es algo bien difícil de pensar. La “autoridad” (por Dios ¡¿qué es eso?!). La autoridad la tiene ahora otra entidad, es el que te hace cumplir el castigo, esa es su labor. Por eso ellos tienen ese barretin persecutor y castigador y ahí fundan, tal vez, la idea de autoridad. Pero una autoridad fundada en el miedo a ser castigado no es una autoridad, es una verdadera mierda, es la peor mierda del mundo, y yo no quiero ser parte de eso. Es una tiranía. un régimen decadente que no tiene piso”.
Qué puedo agregar... pobre waso después de todo. creyó en el otro y después el mismo otro lo pisoteó. La traición… Igual pienso que este tema le preocupaba en demasía a Blanc. También se refleja eso en su narrativa, en sus libros. Este manuscrito, en fin, yo estoy completamente seguro de que les llegará este escrito mío, no le prestarían la menor atención si no fuera por este deseo muy palpable en Blanc, insisto, que a veces lo ha animado. Me refiero al deseo de que exista una autoridad que pacifique al otro y a uno mismo. Por el contrario lo que encontraba por todos lados era una verdugueada eterna. Y no es mala la categoría. porque el verdugo, el verdugueador... es alguien que, no dando la cara, o sea, cobardemente, castiga a un sujeto indefenso, vulnerable, en nombre de otro a quien no conoce. ¡Es terrible eso! Lo digo como editor de libros pero también como ser humano. La idea de autoridad está entrampada, esta velada tras un rostro perverso en los sistemas estatales y a veces pienso en eso. Es una pena... es la pena. Por favor, ¡lean “La República” de Platón! Insisto, eso le preocupó. Doy fe. A mi siempre me preguntaba, aún lo hace a veces: “la autoridad, por qué no puede pensar?” Y es verdad. Solo aplica correctivos, sanciona, mata, asesina, quiero decir, la autoridad odia, no piensa. No piensa porque el poder no permite eso. Pensar en el otro sería algo así como el colmo de la rareza, pero además sería sinónimo de “estar al pedo”, bueno, eso es lo que diría Blanc. Y entonces, aunque tuvieran el tiempo, no se permitirían pensar en el otro. Y lo curioso es que este pequeño manuscrito, justamente, supongo que apunta a eso.
Iré un poco más rápido porque ya el tiempo se agota y a mi no me pagan por estar acá. Así va terminando la cosa.
Miren lo que dice Blanc acá: “...sea como fuere, quiero decir que estoy agradecido, me he sentido privilegiado, en el sentido de poder sostener una práctica que pocos pueden tener. Quiero decir que lo que aquí digo, lo digo a título personal. Verán, tengo un estilo medio combativo, mi madre ya lo decía, ´vas a sufrir por esa forma´. luego de cierto tiempo, creo que ella tenía un poco de razón: es agotador. Te ven ahora viejo y quejumbroso, pero… vean que ya he cumplido 50 años y yo sigo pensando igual que cuando tenía 20, un psicobolche andando por los bosque donde crecí”.
IV
La despedida
Gélido se levantó en ese momento de su escritorio y escribió en la pizarra:
“Hay un momento “X”, o sea una incógnita, -en ese momento parecía un matemático- el momento en que un rayo de sol toca el suelo, es una magia celestial que no tiene comparación en el mundo, la tierra fértil. Entonces pasado cierto tiempo ocurre el milagro, crece una hoja que asoma desde abajo de las entrañas de la tierra como vida. ¿Qué significa esta mierda que estoy diciendo? No lo entenderían. Sentirán que pierden el tiempo. Y tal vez lo pierdan si piensan que lo que digo no tiene valor. De repente. una espada corta el rayo del sol por una milésima de segundo, con su brillo del mal. Se siente su silbido al cortar el aire que ya duele. Unas botas inmundas pisan esta tierra milagrosa que vió nacer a la hoja, la que luego sería flor, y la hunden herida de muerte. En un segundo acto, otro rayo toca el suelo pero ya no es posible la fotosíntesis, porque la hoja quedó en el fango hediondo, aplastada por un barro que nadie puede entender. Pronto se secará y será duro como una piedra. El rayo de sol resquebrajó la tierra y en los intersticios de la misma, la hoja de la vida, porfiada, quiere ganar la luz y lo hace. Tercer acto: nuevamente la espada y nuevamente la bota, hiriendo lo que queda de la hoja hasta la muerte. Ya no queda nada, Ella ya no crecerá más porque está decapitada. Fue una guerra de la que ni siquiera fue parte. La tierra siguió secándose y resquebrajándose y lo único que se ha formado, con esas grietas… es esa misma X originaria.
Su conferencia terminó ahí.
No hubo aplausos.
Yo me apuré a bajar por las gradas para entregarle a Blanc mis notas, mi cuaderno, para que algún día hiciera él un libro, o sea que editara su conferencia, para que esto no se perdiera, que no muriera. Yo deseaba que esto volviera bajo la forma de un libro… bajo la forma de un libro, si. Me chocaba entre la gente mientras bajaba y bajaba casi cayendo sobre la gente, y era un mundo de gente. No logré alcanzarlo dentro del auditorio, pero seguí, haciendo fuerza entre las gentes, como si fuera esa hoja intentando salir de la tierra pisada, arruinada… Cuando cruzó la puerta de salida de las Baterías D logré verlo, se movía con mucha ductilidad y seguía sin alcanzarlo. Claramente quería irse, desaparecer. Y ahora sé bien por qué. Yo había llenado todo un cuaderno con notas sobre su conferencia, lo llevaba en alto mientras gritaba… “¡Gélido!”, ¡por favor!
Es curioso, es este mismo cuaderno que tengo acá.
Lo alcancé, si, justo que se subiese a su Citroen y hasta ahí lo había seguido la gente. Le dije, agitado: “esto es para algún día, si quiere, pueda editar un libro con su conferencia…” Llegué realmente sin aire y casi caigo delante de él. El tomó el cuaderno y me dijo: “Siempre se trata de un volver a empezar”.
Me dijo gracias y se fue.
Y yo les digo gracias a ustedes, ahora.
Adiós.
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