EL LIBRO DE NINA (NOVELA, 2024) - El Capítulo 1 (El camino a la caleta)

 


Capítulo 1

(El camino a la caleta)










Desde la ventana de su habitación, en la planta alta, Nina mira las plantas y el pasto amarillento del patio trasero de su casa:

-Hace falta que llueva -repite una vez más.

Se vuelve sobre su escritorio y anota en su cuaderno: “...Crecen de manera desigual, natural, sin que yo tenga que hacer nada. No me sorprende que puedan vivir así, ...las plantas, sin mi ayuda y sin la de otros. No nos necesitan para vivir. Siempre algo crecerá. Si es que acaso sienten algo de esta sequía que hay, dado que hace veintidós días que no llueve, o de este calor de enero, su propia naturaleza haría surgir algo para que la vida continúe su rumbo por otros medios o de otras formas. Estas formas para mi son azarosas, no son ni más ni menos evolucionadas, sólo son formas. Formas maravillosas o, mejor dicho, es maravilloso que todo ello se dé de ese modo. Todo lo vivo encuentra sus formas, sus formas de vivir. Si algo muere, es el ciclo natural y se convierte en alimento de otras formas de vida. Si lo pienso un poco es como una especie de libre albedrío donde cada sustancia viva va desarrollándose según la influencia de un complejo contexto, tanto interno como externo. Nadie puede, con exactitud, predecir esta forma, la forma de cada sustancia viva. Podemos suponer que no crecerá un naranjo donde no lo plantamos, pero no podemos predecir cuál va a ser la forma de vida de la vegetación de una parcela si la dejamos librada a su destino".

Guarda su cuaderno en el cajón y se dispone a darse una siesta, en esa tarde, en ese sábado.

La ciudad arde de calor. Es un calor seco, mediterráneo, agobiante. El sol calienta los techos, las paredes, las baldosas de las veredas, es un infierno. Nadie sale, las calles están vacías. Todos están adentro, refugiados, retozando bajo el artificial viento de los ventiladores o bajo el flujo de los aires acondicionados o simplemente muertos de calor, apantallándose con lo que tienen a mano. 

Al rato, corre una levísima brisa, imperceptible si no se observa fijamente alguna hoja de algún árbol, pero son oleadas sofocantes de aire caliente.

El silencio de la siesta es casi absoluto. Un perro ladra, quién sabe a cuántas cuadras de distancia. Unos niños gritan mientras juegan en el agua de una pileta, a lo lejos también.

-Nina, ¡despertate ya! Ha refrescado un poco. ¿Vamos a caminar querés?

-¿Qué? ¿Qué hora es? ¿Es que me he dormida demasiado tiempo?

-Son casi las ocho. Y parece no va a llover hoy tampoco dijo Letizia mientras corría un poco la cortina de la ventana para que entrara un poco el fresco.

-¿Qué haces acá Leti? ¿Cómo entraste?

-Por la puerta, como siempre. Aunque toqué antes, como siempre. Y nada, como estaba abierto pasé, como siempre -dijo riéndose.

-Uh estoy muerta de cansancio, no sé cómo es que he dormido tanto.

-Será que seguís cansada. A veces no se descansa ni durmiendo, viste como es. ¿Querés que me vaya y seguís descansando?

-No, no, para nada Leti, por favor. Vamos a caminar, sí. Pero esperá que me arregle un poco. Dame unos minutos.

Nina se metió al baño y al rato salió con su largo pelo atado arriba, sobre su cabeza, de forma de un rodete alto y grande que le había quedado.

Suelen ir a caminar con Leti, es su paseo habitual, hasta la caleta del parque, y volver. Lo hacen para despejarse, para charlar y de paso hacer un poco de ejercicio y esta vez, no es la excepción.

-Y cómo va tu... libro? ¿Será un libro? ¿Un diario? ¿Alguna vez verá la luz? ¿No?

-Ay. Leti -exclama Nina suspirando- ¡sabes que no lo sé! Por el momento, es solo un escrito, un texto que ni siquiera tiene forma, pero sí, algún día lo publicaré, eso lo tengo claro, porque debo hacerlo.

-Es que te veo que trabajas tanto en eso… Me da mucha curiosidad...

-No tiene nada de misterioso. Se trata de lo que pienso, y vos lo sabes bien, me conocés.

-Si. pero no es lo mismo, un libro suena importante, a verdadero…

-¿Verdadero? Suena como si lo que hablásemos debiera estar escrito en un libro para que lo creas. ¿Es así? ¿Es así Leti? -dice Nina medio en serio medio en chiste.

-No, por supuesto que no Nina -se defiende Letizia- no lo tomes así, es solo que, como te darás cuenta, un libro es...

-Es qué… -interrumpe Nina.

-No lo sé, algo importante. -insistió su amiga y se produce un silencio, bastante incómodo. 

No obstante, Leti intenta continuar. 

-No quiero decir que lo que decis no sea importante, al contrario, quiero decir que un libro es, algo así como un proyecto, un plan, creo que me entendés... algo importante, bien digo.

-Claro que si amiga, jamás pensaría algo malo de vos. Nos conocemos hace mucho tiempo -dijo Nina intentando retornar al diálogo- pero bueno, lo que dice ahí, o lo que he estado intentando escribir no es más verdadero de lo que hablo con vos, eso es verdad, y es parte de lo que vos ya sabes.

-Bueno, claro que sí, amiga. Pero podes entender que me dé curiosidad. ¿No?

-Oh si, si. Lo entiendo. Tu curiosidad no me molesta, es genuina, y como somos amigas es obvio que una se va a interesar por lo que la otra hace.

El trayecto que recorren es bello. Pasean tomadas del brazo por caprichosas pasarelas a cuyos costados se encuentra el ahora oscuro verdor de la vegetación, mientras se llena el parque de luz anaranjada que poco a poco se va apagando, la típica luz de un atardecer de verano.

Por el costado pasan ciclistas, parejas que salen a caminar también, algunos con ropa deportiva y con una impronta de seriedad, como si estuvieran haciendo un trabajo o algo parecido, Otros van despreocupados, disfrutando del paisaje y de la temperatura que ha bajado un poco.

-Qué lindo que se ha puesto Leti ¿no? Ojalá que llueva -dice Nina con clara expresión de deseo y mirando el cielo.

-Ojalá si, hace falta -exclama la amiga dando un repaso con la mirada a su alrededor- si te fijas está un poco nublado.

-Si, pero no está pronosticado que llueva. Aunque quién puede creerle a los pronósticos…

-Es cierto, nadie. Por cierto -dice Leti intentando abrir la  conversación- ¿vos a qué te referís puntualmente?

-Nada, a que no hay pronóstico posible de nada, en lo que te fijes, en lo que planifiques, nunca las cosas salen como uno las espera, ni mucho menos el tiempo.

-Ah, en eso estoy totalmente de acuerdo amiga. Más te empeñas en que algo salga de determinada forma y más sale de otra. ¿No te ha pasado?

-Miles de veces -respondió Nina como disfrutando del acuerdo con Nina

-Casualmente estoy escribiendo algo sobre eso, ya que preguntabas.

-Mirá vos. ¡Contame por favor!

-Te cuento. Me detuve ayer a mirar mi patio, no sé qué me dio, una actitud contemplativa. O que se yo. La cosa es que no podía dejar de mirar el jardín, las plantas, el pasto seco, todo ese entorno desde la privilegiada visión de la ventana de mi pieza, y antes de que me quedara profundamente dormida porque estaba super cansada, pensé: ¡es perfecto!, todo esto que estoy observando es perfecto. Es un sistema de vida autosuficiente, complejo, completo, influenciado por el ambiente, obvio, pero tuve la visión de que lo que pasa allí, en mi patio, en ese sistema de vida que es mì patio, nadie lo puede prever con exactitud. Algunas cosas si, porque si continua sin llover el pasto se va a mantener así de amarillo y si llueve seguramente va a reverdecer, pero no puedo prever qué dia o cuando exactamente va a reverdecer. Y tampoco puedo saber o ver todo lo que pasa abajo del pasto. ¿Me entendés Leti? Es maravilloso que pase esto, ¿no te parece?

-Y si, es como el pulso de lo vivo-dijo Leti- como que solo vive.

-¡Tal cual! ¿Te das cuenta amiga? Parece una boludez, pero si te pones a pensar está bueno, te puede llevar a reflexiones muy profundas, ¿no te parece?

-Obvio que sí.

Van llegando a la caleta del parque que es un lugar precioso. Está construida con doce columnas blancas de cuatro metros de altura aproximadamente dispuestas de manera circular que representaban los doce meses del año y a su vez, según dicen también, los doce signos del zodiaco. Las columnas están unidas en la parte superior por un anillo ornamentado del mismo material de las columnas: cemento. Sobre ese anillo, a la altura de cada columna, hay laboriosas gárgolas, de un tamaño importante. que se asoman algunas hacia el centro de la caleta y otras hacia afuera. Algunas son graciosas o simpáticas y otras irradian miedo o están como enojadas o furiosas. En su conjunto, si se las observaba desde cierta distancia, se las percibe armoniosas entre sí. Pero desde cerca puede imaginarse cierto desconcierto entre ellas.

Rodea todo el perimetro de la caleta, formando un anillo inferior, una importante baranda de color blanca también construida con columnas de algo más de medio metro de altura que solo se interrumpe para marcar el ingreso al recinto. Toda la caleta está elevada alrededor de un metro por sobre el nivel del parque, y para acceder a ella hay que subir cinco escalones amplios y suaves a cuyos costados tiene  una baranda también, en este caso curva hacia afuera. con la misma tipología de la del anillo inferior. 

En la parte interior, dispuestos a los costados hay cuatro hermosos bancos blancos para sentarse y contemplar el entorno. 

Han llegado a la caleta. Ya la noche ha caído y el lugar se ha teñido tenuemente de amarillo por la luz de los faroles grandes y redondos que indican el camino. Ambas se encuentran sentadas en uno de los bancos. Nina lleva un lánguido y fresco vestido blanco hasta los tobillos y sandalias. Letizia, un vestido tipo aldeana, de mangas cortas y con estampados en grandes flores.

-Parece mentira que estemos acá, disfrutando de este fresco, ¡Que maravilloso!

-Si, la verdad que si, es todo tan mágico a veces.

Suspiran ambas el cálido frescor de la noche recién llegada y dejan que exista un silencio para nada incómodo.

-¿Sabes qué pienso Leti? -interrumpe Nina- que todo el secreto está en la naturaleza. No hay que ir a buscar nada allá afuera, en el mundo de los hombres.

-¿Vos decis Nina? -responde Leti algo sorprendida por la reflexión.

-Todo en el mundo de los hombres es decepcionante, frustrante. Todas las relaciones llegan en algún momento a este punto. La verdad, me entristece que sea así, pero creo que no hay otra respuesta. El hombre es malo, destruye su propio mundo, todo lo contamina o lo estropea. Lo podes ver en el tránsito, las personas que manejan autos, motos, es espantoso lo que ocurre, ¿no te parece?

-Creo que sí, que tenés razón, pero no será en todos los casos. En mi caso personal, bueno, yo conozco personas maravillosas con las que jamás he tenido ningún problema -explicó la amiga sin explayarse demasiado y teniendo que Nina pudiera molestarse por su respuesta.

-Es probable, no lo niego -dice Nina con un gesto de cierta indiferencia- yo misma he llegado a admirar a muchas personas. Pero también sé que tarde o temprano, a veces más bien tarde, llegará la decepción, sé que esas personas me herirán o me defraudarán, lo sé porque lo han hecho y he tenido que olvidarme de ellas, y siempre con un gran dolor. Probablemente yo también he defraudado a algunas personas. Y lo que ocurre es que estamos demasiado acostumbrados a tolerar la decepción, por las palabras, por las acciones o inacciones de los otros. Y cuando eso llega uno termina admirando la naturaleza, por su armonía, por todo lo que nos da de manera desinteresada, esa condición dadora de la naturaleza, sea lo que sea, nos lo da. Noto en eso una oposición muy evidente. Vos sabes amiga que yo antes podía preguntarme cosas como ¿cómo es posible que el hombre se destruya a sí mismo como especie? O ¿cómo es pensable una autoexterminación? Es de locos pensar en eso. Pero ahora esas preguntas no me interesan. Y tal vez nunca me han interesado. No sé, siento que no llevan a absolutamente nada sustancioso en ningún sentido.

-Tolerar la decepción? Es parte de la vida eso, Nina. ¿No te parece?

-Como que siempre he vivido así, pero llega el día en que te preguntás. ¿Por qué tiene que ser así? Y la verdad es que no lo sé.

-Pero, ¿Quién o quiénes te han defraudado tanto, Nina, para que hayas llegado a pensar así?

-No, nadie puntualmente. O todos a la vez. La verdad no sé bien cómo explicarlo. Es como una percepción abstracta de la gente que ha ido creciendo en mí, de las personas en general.

-Entiendo -dice Leti sin entender bien a qué se refiere- pero, si me permitís, yo creo que no se puede generalizar, hay personas y personas..

Nina se queda por un momento pensativa mientras que Leti siente que tal vez involuntariamente ha instalado un riesgoso debate.

-Es cierto, puede ser -dice Nina luego de una pausa- ¿Creés que me estoy volviendo loca? A veces temo que me esté volviendo rematadamente loca.

-No! -exclama Nina- en absoluto. ¿Cómo se te ocurren esas cosas? Lo que yo pienso es que te pueden estar pasando cosas, algunas de las cuales las sé o las puedo inferir, pero otras no. No sé si te está pasando algo, o si me querés contar algo, amiga -dijo Leti que estaba sentada a su lado pero, en este instante, la miró casi de frente.

Nina hace un suspiro intenso y largo y hace el ademán de acurrucar su cabeza en el regazo de su amiga pero no llega a hacerlo y se queda algo encorvada en su sitio. Parece que quiere hablar, pero se queda callada, esta vez un largo rato. Leti opta por sostener su silencio, respetarlo.

-¿Vamos? -dijo Nina algo intempestivamente.

-Vamos, vamos respondió su amiga.

Emprenden entonces el retorno por el mismo camino que las había traído hasta ahí pero a la inversa, por los sinuosos senderos del parque, dejando atrás la caleta y el paisaje que por breves momentos se han dedicado a observar. Silenciosas, caminan durante buen trecho sin hablar, tomadas del brazo mientras disfrutan también de la leve brisa fresca que la noche les estaba regalándo.


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